Corremos por la Vida coronó 10 años entre los más altos ideales bomberiles

Más de 2 mil voluntarios subieron los 62 pisos de la torre Sky Costanera para incentivar el autocuidado, prevención del cáncer y la donación de órganos.

No pasó inadvertida la 10ª versión de Corremos por la Vida, uno de los eventos con mayor congregación de bomberos en América Latina, organizado por el Cuerpo de Bomberos de Santiago (CBS), que consiste en subir los 62 pisos de la torre Sky Costanera, que se eleva 300 metros sobre la superficie.
El evento -que aparte de la noble y primaria causa de los bomberos, que es combatir incendios, promueve el autocuidado, la prevención del cáncer y la donación de órganos- concitó la presencia de más de 2.300 voluntarios de Chile y del continente, que ascendieron a través de los 1.800 escalones vistiendo el traje estructural, casco, botas y tubos de aire comprimido a su espalda.
Pasadas las 05:00 horas ya se estaba desplegando toda la logística del CBS en Avenida Andrés Bello y Nueva Tobalaba: carros, energía, delimitaciones, ambulancias, personal médico, seguridad bomberil, alimentación, hidratación, sonido e imagen, entre otros. Y a las 07:00 horas, en el hall de la torre Sky Costanera, el Tercer Comandante, Piero Tardito Aguilera, junto al Inspector de Seguridad, Marcelo Quijada, entregaron las últimas instrucciones a los voluntarios que iban a tomar posiciones y ejecutar funciones en la partida, meta y salida del recinto.
A las 08:13 horas, la caja de escalas despresurizada fue prácticamente invadida por bomberos y también invitados de otras instituciones, como Carabineros de Chile, que se hizo presente con cinco efectivos para alcanzar la cima. En el espacio de subida era común ver que muchos de los voluntarios y voluntarias de diversos Cuerpos de Bomberos llevaban en sus cascos las imágenes de hombres, mujeres y niños que están en listas de espera, aguardando a que aparezca una familia que done órganos de algún ser querido.
Mientras el incesante ascenso copaba la caja de escalas, abajo la Avenida Tobalaba al llegar a Andrés Bello se llenaba de personas, la mayoría familias de bomberos, que no solo alentaban a sus seres queridos que apoyaban causas nobles, sino que se plegaban a una fiesta en la que había muchas atracciones bomberiles: camisetas, souvenirs, masoterapia, elementos de protección, máquinas, artículos y ropa para el servicio.

Por las venas del titán

Dentro de la caja de escalas despresurizada del Sky Costanera las muestras de esfuerzo, desafío e ideales bomberiles o institucionales contrastaban con la algarabía del exterior. Con la mirada fija en los escalones y la mente puesta en superar cada piso hasta la ansiedad meta, cientos de bomberos y bomberas trepaban por la vida.
Unos iban raudos con cerca de 25 kilos en traje estructural y equipo ERA, otros subían fijándose pequeñas metas: “De cinco en cinco y descansar es la clave hasta llegar arriba”, confesó un voluntario del Cuerpo de Bomberos de Paillaco. Una pareja de voluntarios paraba cada 10 minutos a tomar aire y seguir y consultados sobre su técnica para llegar al piso 62 dijeron a coro: “Nosotros no estamos descansando aquí, somos una imagen repetida de otro piso. ¡Somos un deja vu del piso 10! ¡Estamos en el 43!”.
En ese piso exactamente se ubicó una posta para descanso, hidratación y una merienda de frutas. También había personal médico en caso de que hubiera necesidad de atención de salud para quien la requiriera, todo a cargo de personal del Departamento Médico del CBS.
Y en el ansiado piso 62 esperaba la meta, punto donde también se ubicó el control oficial de llegada, así como la cámara de la Junta Nacional de Cuerpos de Bomberos que transmitía el evento a través de la señal online.

Los mensajes y el gran panorama

Después vinieron las clásicas fotos con el panorama de Santiago visto desde 300 metros de altura, dar vueltas por el mirador y darse cuenta del sacrificio hecho por una buena causa, por varias causas y por los desafíos personales.
También se multiplicaban los saludos infinitos con amigos, compañeros de bomba que deambulaban exhaustos, los despachos vía WhatsApp a cientos o miles de kilómetros para decirle a un ser querido “llegué a la meta, al piso 62 y estoy bien, cumplí”.
Y después vino la bajada en uno de los ascensores de gran calado dispuestos por la administración del Sky Costanera, que en poco más de 60 segundos ponían en el hall a los voluntarios que desafiaron la altura y ansiaban colgar la Medalla de la 10ª Versión de Corremos por la Vida para mostrarla a todos los que se agolpaban en el exterior, donde reina reinaba la algarabía.